Desde siempre se ha dicho que el disfrute de un habano requiere de un momento y un tiempo adecuado y sin embargo en las últimas semanas me he cruzado con varios fumadores que o bien iban conduciendo su coche o caminando –casi a la carrera uno de ellos- con su cigarro en la boca.
Una de las personas que observé iba conduciendo su automóvil y en una de las esquinas cerca de casa, a eso de las dos de la tarde, hubo una serie de frenazos que hicieron que el puro casi se le cayera de la boca y si no lo hizo debía ser porque lo llevaba bien apretado con los dientes…
Y lo cierto es que no lo entiendo mucho porque para mí el hecho de degustar un cigarro supone la existencia de unas condiciones del entorno que favorezcan la acción de fumar cualquiera de las vitolas que he elegido para esos momentos.
De hecho en algunas ocasiones en que he tenido que irme después de una sobremesa de una manera anticipada y cuando aún me quedaba al menos la mitad de un cigarro he preferido ceder el disfrute que hacerlo fuera de mi confortable silla o sillón.
La fumada de un cigarro siempre requiere que la principal atención que prestemos sea al propio habano del que disfrutamos de sabores, aromas y todos los matices que se encierran en ese acto tan sencillo como apasionado.
Caminando por una calle de Majadahonda (Madrid) me he cruzado en alguna ocasión con otras dos personas que iban animadamente hablando, paso rápido y conversación que parecía tensa, ambos con sendos cigarros a la mitad de su recorrido.
Tengo amigos que no solo son capaces de compartir la degustación de un cigarro con otra actividad, como el escritor David Torres que a veces lo hace cuando escribe o mi amigo José Ignacio que prefiere hacerlo mientras lee cualquiera de sus libros y mi otro amigo Iván que su momento estelar del día es cuando pone su mejor música y elige el habano de su humidor.
Todo ello me parece perfecto porque siempre he dicho y lo tengo escrito en numerosas ocasiones que en el mundo de las sensaciones no caben los dogmas y allá esos fumadores que lo hacen en las condiciones descritas.
Pero para mí que la degustación de un habano requiere de un asiento confortable, el momento tranquilo y adecuado y sobre todo si puede ser en buena compañía.
Por A. García Muñoz